por Guillermina Romero
Me despierto sumergida en un Canon
desequilibrado.
Escucho que mi hijo se hace un cortado Dolce Gusto,
después escucho sus llaves puerta.
Toco mi Samsung y apago la alarma
que se repite tres veces más
cada diez minutos.
Me pongo un Lingerie blanco con lunares
violetas y fucsias y salgo de la cama.
Entro al baño, mi poco pelo hace que sea
tan fácil la ducha,
apenas un puñadito, una chaucha de Elvive
con arcilla.
Mi cuerpo es recorrido por un Lux de orquídeas negras.
Una cepillada con Colgate y Kolynos barato.
Luego, sérum de Eucerin,
caro y milagroso. Reduce los poros
súper abiertos por el calor húmedo.
Masajeo mi cara con movimientos circulares.
Una vez que mi piel lo absorbe: Isdin
factor 60 con un poco de color
más oscuro que mi tez. Una pasada de Maybelline seco
en las pestañas, un toque de Revlon líquido HD 655 Kisses
en la boca. Con un Sussex quito excedente.
En la habitación F. me espera con un
Mañanitas bien caliente. Mientras sorbo
me pongo un poco de Dove en barra bajo las axilas.
Hoy me pongo un Awada talle 44
que me regaló mi suegra. Es negro, elastizado y brilla.
Mis medias y mis zapatillas no tienen la marca
de la industria tatuada en sus superficies.
La camisa tampoco. Es azul con flores rosas
y celestes enormes. Mi sweater es un básico
de H&M de hilo blanco y negro.
Busco mis Union Pacific en la mesa de luz,
arriba de un Blatt & Ríos de Daphné B.
Los guardo en su estuche y saco los Tiffany
de sol, los dejo a mano.
Una vez que estoy vestida, me empapo de
Miss Dior. Toda.
Guardo en la Himawari plateada mi tabaco Las hojas,
los Smoking slim
junto con los OCB orgánicos.
También guardo un Llantén de H.D.
y un Adriana Hidalgo de Calveyra.
Salgo caminando y sé que huelo bien
y que me veo hermosa con estos lentes
carísimos.
Cuando llego a la librería, me pido
un latte de Cabrales y Verónica larga vida.
La Lenovo ya está prendida y suena música
de Spotify. Saco de la mochila mi Noga inalámbrico,
lo conecto y cuento la caja del día anterior.
¿Cuál será la marca de los billetes?
Saco del cajón el Iphone X y abro Instagram.
Dejo los libros que traje sobre el mostrador,
sabiendo que probablemente lea algún otro,
un Concreto, un Vinilo, un Overol. No sé,
los quiero todos para mí.
Pasado un rato,
Coca Zero.