por Carolina Escalante Ochoa
Extraño trabajar con mi mejor amigo,
salirnos de la chamba
y caminar dos cuadras a su depa,
desayunar huevos y chocomilk,
fumarnos un porro
mientras filosofamos de la vida
y el arte.
Extraño quejarnos todo el día
de la precariedad institucional,
de los seguros de obra y
los discursos centralistas,
hablar clichés
y nuevas posibilidades.
Trabajábamos en una galería de arte del estado,
nos creíamos indispensables
y fuertes críticos,
nos pagaban $4500 pesos mensuales,
con checador de entrada,
sin seguro médico,
ni prestaciones, ni compensaciones,
nos descontaban un día de salario
si llegábamos tarde.
Que bonitos tiempos,
cuando creíamos que hacer exposiciones
iba a cambiar la ciudad
o mínimo nuestras vidas.
¡Hay trabajos peores! decíamos.
Pensar y reflexionar parecía valioso,
pero siempre andábamos preocupados
por pagar la renta, el agua, la luz, el internet
comprar comida
o pagar nuestras enfermedades,
esta última pensábamos que era parte de crecer,
pero nunca culpamos la mala alimentación
ansiedad, preocupación y estrés acumulados
por siempre vivir apenitas.
Extraño salir a bailar con mi mejor amigo,
bailar hasta las 10 am en el after en su depa,
olvidarnos del trabajo, los gastos y
los dolores del cuerpo,
comprar la felicidad con 200 pesos
al dealer de la fiesta,
recordar que, bailando,
sudando y vibrando puedes tocar a Dios
adentro muy adentro.
Que bonitos tiempos
cuando creíamos que éramos eternos.
Recuerdo la exposición de video experimental
de artistas mujeres que curamos juntos,
nos íbamos a rebotar ideas al café de la esquina
y nos fuimos por temas sociales
qué mundos virtuales y utópicos.
Compramos la pintura de las paredes
con nuestro sueldo
y escribimos un hermoso texto de sala.
El día de la inauguración
nuestros amigos nos felicitaron
y fue suficiente.
Ese día tampoco fue el director.
Extraño cuando nos motivaba hablar mal del dinero,
que te hacía egoísta, que era sucio y malo,
fuimos hasta religiosos por segundos,
afirmamos que el avaro
no entrará al reino de Dios,
señalamos un par de veces al gobierno.
La lista era larga,
odiábamos a los ricos y privilegiados
y nos prometimos no invitar artistas
que cumplieran con esas características a exponer.
Que bonitos tiempos
cuando creíamos que podíamos cambiar
las injusticias y desigualdades
haciendo arte.
Mi mejor amigo es cáncer,
yo soy capricornio,
ahora vive en otra ciudad y
nos llamamos cuando estamos tristes,
no le dieron un empleo
y yo el próximo mes tengo una operación
que no puedo pagar,
parece que la vida depende de eso
pero yo no creo,
por eso soy feliz.
Mi terapeuta en la última sesión
me dijo que el dinero es energía,
que el dinero es bueno,
que debo resignificar mi relación con este,
quitarle símbolos morales y religiosos
para vivir con todas las comodidades
que una saturnina viene a conseguir.
Eso me pone nerviosa,
sería traicionar mis creencias,
las lágrimas de mis xadres,
la virtud del desapego,
la bondad de los ascetas,
mis sueños imposibles,
y esas charlas matutinas
con mi mejor amigo
en aquel sillón.