por Nazareno Ciminari
Voy por primera vez a la marcha.
Hoy tiene que ser.
Subo al camión.
Bailamos.
Te veo.
Me ves.
Te beso.
Me besás.
Voy a tu casa.
Me regalás una botella de miel de caña de azúcar.
Necesito la certeza del cuerpo para poder hablar.
¿La necesitaba?
Es el aniversario de mi primera marcha
y por ende de mi primera vez.
Y, a su vez, de mi salida del clóset.
Sí.
Todo el mismo fin de semana.
Todo en menos de 24 horas.
Qué antigüedad lo de salir del clóset, igual.
Pero era así.
En ese momento.
Al menos para mí.
Había que aprovechar que lxs viejxs habían venido del pueblo
y poder decir.
Qué importante decir.
Siempre.
Siempre decir.
Pero primero necesitaba constatar con el cuerpo.
Qué ridículo.
Pero así me pasó.
Como si necesitara una prueba para mí mismo de que posta.
Entro a facebook para recordar tu cara.
Me entero que estás muerto.
Qué fuerte.
Ni siquiera te conozco tanto.
Pero me impresiona.
Pienso en Plutón.
La muerte, el Eros, la regeneración.
Qué simbólico.
Todo me impresiona mucho.
En general me obsesiono con las fechas.
Pero esto es demasiado.
Veo que también es el aniversario de tu muerte.
Todo el mismo fin de semana en diferentes años.
Leo los mensajes que tus amigues te dejan en el muro.
Qué delirio, pienso, le hablan al muerto.
Después de un rato ya no me parece tan raro.
¿Quién no le habla a sus muertos?