por Paola Llamas Dinero
Es una cuestión meramente egoísta.
Me cepillo, me cepillo bien.
Cuando alguien me mira
el cabello en la calle,
hago una pose discreta.
“Mira su cabello, mamá”
me señalan las niñas.
Me cepillo, me cepillo bien.
Haciendo un recuento en mi mente
no recuerdo la primera vez
que desee algo
con tantas ganas
pero siempre
quise peinarme sola.
A los 8
gel y cepillo
sobre mis hombros,
los brazos cansados.
Recuerdo
ir a la escuela con dignidad
y una coleta mal hecha.
Me cepillo, me cepillo bien.
Mi primer personaje favorito fue Bulma
cabello verde, independiente;
en orden de aparición
me enamoré del primer muchacho
detrás de un cristal pixelado
Trunks su primogénito;
pensándolo mejor y ahora,
no sé si fue por su cabello,
qué juicio tendría alguien
con una coleta mal hecha.
Me cepillo, me cepillo bien.
Qué raro funciona el recuerdo
o el corazón
o el autocuidado
que a veces son casi lo mismo.
Hacer memoria.
La hago mientras
me cepillo,
me cepillo muy bien.
Adolescencia,
pintar mi cabello morado;
a mi edad, era difícil elegir ese camino
pero Trunks valía la pena,
reportes escolares,
citatorio a los padres de familia.
Luego vino otro color y otro,
y así los monos en fila.
Las heroínas,
Sailor Moon en el orgullo,
¿cómo es posible?
¿Cómo es posible desear algo
que no es posible?
Me cepillo, me cepillo bien
incluso duele.
Dejarlo crecer, crecer, crecer.
¿Cómo es posible
lo que no es posible?
Dejarlo crecer, crecer.
Alguna vez pensé pelucas, pero
las señoras de la cuadra insistían en
qué bonito pelo tienes,
mis tías, las mamás de mis amigas;
qué sabrán esas señoras de Sailor Moon