por María Muchut
Desde que volví de viaje mi dopamina no se reconstruye lo suficiente. Es un padecimiento constante donde intentás explicar químicamente por qué ya no podés sentir placer en lo que hace cinco días sí. Ya no me interesa mirar hacia arriba cuando camino. Ni los negocios por dentro. Sin embargo, toda mi ropa combina. Sin embargo, sigo recopilando interiores de ventanas. Todo parece estar bien.
Quiero dejar de escribir sobre mí. Dicen que es lo fácil.
Durante cuatro años mis psiquiatras me recomendaron escribir lo que sentía. Me compré un diario con girasoles sobresaliendo. Brillaba al sol y combinaba con un vestido que debe existir en otro cuerpo. O una tela en un basural.
Durante tres años escribí siete páginas. ¿Quién dijo que era fácil?
Una vez cada tanto me pregunto si algún día leeré a Proust.
No puedo evitar no poder escribir. No puedo evitar no poder leer. Cuando me agarra el ímpetu de escribir, escribo sobre mí. Cuando puedo unir las palabras de un párrafo y continuar al siguiente, no creo que esté leyendo a Proust.
Espero algún día refutar esto.
Cada vez que digo algo, espero desdecirlo.
Pero las cosas se dicen.
Cuando menos te lo esperás… sentís algo que no sabías. Se conecta una sensación con tus acciones.
Desde que volví de viaje mi dopamina no se reconstruye lo suficiente. Creo que estuve manifestando volver a mi primera cámara.
No creo en dios pero…
Las cosas suceden.
Alguna clase de dios debe existir porque las cosas son bonitas a veces. Luego se desintegran en frente de tus ojos.
Las cosas no llegan a la memoria.
Mi memoria es un invento. La tuya también.
Las cosas suceden y…
Las grandes escritoras leen a Proust
y escriben sobre sí mismas.
Tus fotos reflejaron esa belleza que es el terror y la inmensidad de la naturaleza.
Desde que volví de viaje mi dopamina no se reconstruye lo suficiente. Debo estar comiendo mal. Trabajando más de lo que soporta mi cabeza.
Debo estar no pudiendo escribir.
Debo estar recordando mal.
Las grandes escritoras leen a Proust,
escriben sobre sí mismas
y sobre mí.
Las grandes escritoras no leen a Proust.
Las grandes escritoras trabajan
en el hilado de las palabras
para que yo, que no se nada de ellas
pueda leer algo de corrido
y que alguna se impregne en mi memoria.
Cuando menos te lo esperás… una desconocida te regala tu primera cámara digital.
Gracias a que las cámaras no ven lo que mis ojos, todo tiene una tonalidad diferente. Así todo se rompe en pedazos de píxeles. Lo viejo se vuelve nuevo.
Otra vez puedo sentir algo seteando una fecha: 01/01/2008.
Caminando por mi barrio de noche con una cámara que entra en mi bolsillo.
Tus fotos reflejaron esa belleza que es el terror y la inmensidad de una ciudad.
Al lado del parlante me encontré con Fer después de seis años o siete. Brillaba al sol y combinaba con un vestido que ya no tengo.
Le dije que ahora yo también escribo. Pero no soy una académica. Fer se río, me dijo que no hay que serlo. Es verdad, la poesía está en la pista de baile.
Caminando por mi barrio de noche con una cámara que entra en mi bolsillo. Lo viejo se vuelve nuevo.
Fer leyó a Proust y ahora escribe sobre lo que siente cuando lee libros.
Fer me prestó El idiota y aunque ya me lo olvidé creo que iba más o menos sobre mi vida.
¿Quién dijo que era fácil?
Javier me enseñó la técnica de mezclar. Él tampoco puede leer ni escribir. Lo suyo es casi terminal. Cuando puedo leer le mando fragmentos que sé que le harían comprender las cosas que rodean sus ojos.
Espero que te brillen los ojos. O algo muy parecido.
Las grandes escritoras…
Debo estar escribiendo.
Las grandes escritoras…
Debo estar recordando
todo lo que no pude escribir.
Yo también, Daiana
puede que esté premenstrual.
O puede que sea así.