por Ely Jofré
Heredó el mal de la caída
la vocación de accidentarse
los cuencos cayéndose de las manos
el cuerpo de la bici.
Siempre frente a otrxs y sus risas,
cero elegancia
la caída
nada de Francia
la caída
sin astucia
la caída.
Intentó todo tipo de cura:
caminar con una manzana en la cabeza,
a los 12 acudió a la neurología
siguió con la medicina occidental
y el análisis.
Ya cuando fue más grande quemó ramas de enebro
hizo ofrendas de leche y ron a los espíritus
ahuyento a los malignos con tambores
cerró los ojos y se olvidó de las cicatrices.
Después llegó a la poesía
fue alli en donde descubrió algo de belleza
allí, en la laxitud de las palabras…
cuando penden o
caen
desde
el abismo
de algún
poema.