Cuando yo era chica todo esto era campo

por Ezequiel Palazzo


Sosteneme fuerte,

ahí,

que no se suelte hijita.

Yo cuando tenía masomenos tu edad aprendí

mi abuela decía que había nacido con un don para estas cosas

no sé si tenía un don pero me gustaba la verdad.

A donde andaba ofrecía…

Tenía mi cinta atada en la muñeca,

así como ésta,

siempre

como ésta pero toda roja con unos bordaditos verde aceituna

la llevaba para todos lados.

Entonces, cuando iba a hacer los mandados

le preguntaba al verdulero de al lado si quería que le corte el empacho

y me acuerdo que el hombre se reía,

me daba el vuelto pero no me decía ni que sí ni que no.

En el almacén tampoco me hacían caso

”si apenas llegas al mostrador” me decía el finado Don Mayo.

Para mí, la verdad, ir a hacer los mandados era una desilusión.

Bien tirante la cinta hija, no me suelte.

La que siempre me dejaba que la cure era mi amiga Rosita,

callada como una vaca Rosita pero muy compañera.

Me venía a buscar después del almuerzo y empezaba por lo bajo:

“Titi cortame que así me baja la tortilla” y yo chocha.

Practicaba con Rosita.

Ella muy compañera.

Porque la gente grande a veces no cree mucho.

Tampoco había muchos comercios para ir a ofrecer

porque cuando yo era chica todo esto era campo,

imagínate.

Con Ofelia, otra amiga que yo tenía ya de más grandes,

un día decidimos hablar cantando.

Si total, nadie le daba bolilla a lo que teníamos para decir…

“Daaaaame un vaso de aaaagua”.

“Meeee voy a lo de Ofeeeelia”.

Pero ahí sí, se ponía como loca mi mamá,

era mandada a hacer para ponerse loca.

Y yo que no era ninguna santa

le ponía escalones pa que suba todo el tiempo, pobrecita.

Pero es que el mundo ya estaba medio gastado para ella.

Yo la entiendo ahora.

Otro día, con la Ofelia también,

salimos con la idea de caminar todo derecho sin desviarnos por nada,

derecho sin doblar ni nada

para reclamar la atención nomás.

Fuimos unos cuantos kilómetros te diría,

no se nos cruzaba nada que no conociéramos

hasta que aparecieron unas vías.

Entonces nos frenamos abajo de unos árboles,

toda una arboleda

y ahí paramos a hacer nuestras cosas

al costado de los rieles.

Los grillos se turnaban,

vos tenías que ver la cantidad,

se turnaban uno atrás del otro con un chirrido que todavía tengo en el oído así intacto como si fuese hoy

y a la otra le dio un miedo…

así que pegamos la vuelta.

Todo derecho por el mismo camino.

En esa época se podía, no había peligro…

Listo, hijita.

Estabas hasta arriba, eh.

Hasta acá,

¿qué anduviste comiendo?

Te voy a hacer un poco de manzanilla,

mientras esperamos a tu abuela

que me comentó

que andas bastante con la lectura, ¿no es cierto?

Yo acá con la Vero estoy curada de espanto ya con los libros,

siempre con la lectura ella.

¿La conoces a la Vero, vos?

Todo el día leyendo se pasaba,

yo creo que se debe haber leído…

más de la mitad de todo esto que ves ahí,

seguro.

Cuando vivía acá, ¿no? Ahora ya vive en su casa.

Y en el galpón hay más pero hay varios en otros idiomas que ya son otra historia, pero también los leía, leía en inglés.

Yo creo que por eso salió tan preparada

Me tenía que levantar al medio de la noche para que se vaya a dormir,

porque la muy viva ¿sabés qué hacía?

esperaba a que estemos todos dormidos,

todas las luces apagadas,

los hermanos en la otra pieza, todo…

y con una linternita,

mirá lo que hacía la loca de los libros,

con una linterna chiquita que tenía,

se metía abajo de las sábanas

se hacía como una carpita y se mandaba ahí con un libro.

Yo no sé como hacía con la respiración.

Las veces, las veces que la caché ya de madrugada así desvelada.

Entrabas a la pieza, todo oscuro y en el medio de la cama…

Un redondel de luz.

Y ahí abajo estaba ella, leyendo.

Era para sacarle una foto, vos no sabés.

Pobrecita,

pero eso la ayudaba a dormir a la noche, la lectura.

Porque tenía unos problemas para el sueño.

Y yo probaba con todo:

tilo, leche caliente, té de melisa, de valeriana, té de todo,

de todo probaba.

Hasta la hacía darse un baño antes de acostarse, pero nada.

Entrabas a la pieza y ahí estaba la Vero, iluminada.

Marciana, le decía el padre jorobándola.

Ella lo mandaba a la mierda

y lo bien que hacía.

Pero bueno,

es que la verdad también que acá en la familia a ninguno, eh.

El mayor se dedica a ponerle precio a las tierras como dice él

salió demasiado al padre.

Y el del medio tampoco, arregla coches que es lo que le interesa

O sea que a ninguno por los libros,

no se nos dio a ninguno,

y eso que acá no faltan pero

como siempre estuvieron ahí,

de herencia ¿viste?

A mi

te digo la verdad,

lo que me gusta con los libros es ordenarlos,

letra por letra,

me he pasado

vaya a saber cuánto tiempo me he pasado…

Tenerlos ordenaditos me gusta

y hasta te digo, algunas veces los junté por color,

pensarás que es una estupidez

pero quedan de lindos,

los vas poniendo en degradé, no sé:

Verde oliva, verde así fuerte como este, verde manzana, verde agua.

Pero sí,

después digo: es una estupidez.

Las veces que lo hice, los vuelvo a poner por letra enseguida, antes de que llegue alguien.

Bueno, ya está esto.

Tomá, hija. Vas a ver que, santo remedio.

Despacito que quema.

Vos sabés que ahora que lo estaba diciendo en voz alta me acordaba,

un libro distinto por día se leía la loca,

yo le decía: vos estás loca leerte un libro diferente cada día

y ella: ¿vos comés todos los días la misma cosa o vas variando?

¿Y qué le ibas a decir?

Te agarraba con eso.

Tenía esas salidas, tiene bah.

Porque ella al leer tanto, tiene mucha palabra a mano.

Pero bueno, si vos me preguntás, ¿de quién lo sacó?, ni idea.

Porque como te digo,

yo un libro entero, jamás.

Todo lo contrario.

¿Yo sabés que hago, la verdad?

Voy agarrando de a uno y hago así mirá,

perame

que te muestro acá…

Mirá,

hacés así y frenás en cualquier página,

ahí está.

Y te lees una parte,

una frase de esa página,

hacés así con el dedo, sin mirar y te lees la frase que toca:

como todas las dolencias, la suya lo atormentaba mucho desde que el sol desaparecía.

Mirá qué frase esa, justo.

Y así,

a veces cuando me gustan las anoto acá en la agenda.

Tengo esta agenda.

Me quedan mezcladas, eso sí, con los números de teléfono.

Pero yo me entiendo.

Tomá, hija, tomá que se te va a enfriar y no te hace efecto sino.