Ola de pena

por Marcela Astudillo


Ola de pena

Mientras me ducho, miro la marca que dejó el bikini en mi piel. Parece que los rayos UV están muy fuertes por el avance del calentamiento global. Tengo dos colores distintos en el cuerpo que con el paso de los meses se mantuvieron intactos, grabados en mi piel como un recuerdo veraniego. Miro mi color moreno y pienso que la ciudad es muy fea y que cada vez cuesta más encontrar rincones con sol. Quiero decirle a mi novio que nos vayamos a vivir a la costa, donde la comida es más rica y hay más silencio. Quizás a él se le quite un poco el desánimo y a mí el bruxismo. Quizás, también, mis colores se unifiquen y comiencen a parecerse a los colores de quienes viven frente al mar.

Para ti y para mí

Me di cuenta que estaba enamorada porque esa tarde le cedí la medialuna más grande, la que tenía más almíbar y estaba menos tostada. La más crujiente, la mejor medialuna. La medialuna de mis sueños.

Espacio pequeño, tristeza grande

Viví 6 meses en un monoambiente feo de Palermo. Mi balcón daba a una gigantografía de galletas Chocolinas y a un negocio chino de colores depresivos. 37m2 de tristeza y ocio.

Frente a mi cama había una tv pequeña que tenía solo un canal. Universal Channel se llamaba. La mayor parte del día pasaban maratones interminables de las 23 temporadas de La ley y el orden. Cada capítulo más sangriento y depresivo que el anterior. A veces llamaba a mi mamá para que los viéramos al mismo tiempo, así me sentía menos sola, menos perdida.