por Ely Jofré
Has venido a mí esta noche,
traés entre las manos un ramo de nísperos aterciopelados.
Caminás lento y recorrés el jardín mientras
tus brazos rozan las calas.
Hay un viento fúnebre sobre las violetas
y los narcisos.
Yo toda llena de luna he atravesado la vida
para encontrarte.
En un lenguaje que entiendo me decís
que no hay tal cosa como la muerte.
Tan pronto como empezás a hablar las palabras se dan vuelta para mirarme.
Mis hermanas bailan alrededor del cedrón agitando murciélagos,
yo he soltado las palomas blancas que ahora
te rodean hasta que lográs sentarte en la silla debajo de la higuera.
Esquivando como puedo los sapos del jardín
me dirijo a la casa y atravieso rápido las paredes,
busco, quiero llevarte; la cajita de tabaco,
el juego de ajedrez y algún libro.
Hemos preparado una canasta que desborda:
brevas, frutillas, ciruelas y damascos.
Armamos el banquete debajo de la higuera y cenamos colores de frutas,
vestimos vinchas de plumas blancas en nuestras cabezas.
Yo me he acostado en el piso a beber jugo de antenas de mariposas.
Puedo verte junto al árbol de magnolias y después arrodillado frente a las aguanieves removiendo la tierra.
La abuela te ha llevado el rastrillo y las tijeras.
Quisiera morir
sólo para estar con vos,
en este jardín,
eternamente.