Las chicas punks

por Rita Chiabo

Volvieron las chicas punks, ahora hacen motomensajeria, tienen una calle para ellas, donde se las ve escribiendo con fibrones negros y rojos mensajes para sus destinatarios. Las chicas punks arrojan su odio en risas, que se escuchan por las esquinas de la ciudad, a toda hora, en cualquier momento pero sobre todo cuando hay sol. Las chicas punks andan en moto por la ciudad y en sus descansos escriben con aerosoles, una vez más, “no future” en las paredes de Rafaela. Hacen pis en la calle, tiran las toallitas y los tampones sobre la vereda y a los hombres que ven pasar les gritan bien fuerte en el oído: te vamos a matar. Se meten en las tiendas de ropa y escriben frases en las remeras. Por las noches arman obras de teatro en las calles. Patean latas de cervezas vacías y arrojan las botellas contra las vidrieras de las multinacionales. Cada vez que lo hacen, festejan. Las chicas punks caminan libremente por las calles, se trepan a los árboles y se masturban en las ramas más altas. Guardan en sus corpiños petacas. Leen poesía en los baños públicos y hacen anotaciones en las paredes. Comen pizzas sobre el cordón de la calle y se limpian la boca y las manos grasosas con servilletas de papel que luego arrojan a la vereda. Las chicas punks escupen en las calles y toman sol en tetas en la plaza. A veces, se decoloran los pelos de las axilas, las piernas y los brazos para que les queden rubios oro. Las chicas punks hacen posiciones sexuales junto a las estatuas y gritan y gimen y se divierten. Destruyen con una patada los celulares de quienes las quieren fotografiar.