Nuestros superpoderes

por Marcela Astudillo

Descubrí a papá engañando a mamá. Antes de aprender a leer una oración, aprendí a leer muecas, miradas y movimientos. Tenía cinco años y observar era mi súper poder, tal vez aún lo es. Detectaba mentiras como si jugara a la búsqueda del tesoro en los recreos de la escuela. Entre los libros de la biblioteca, en el tacho de basura o en rincones recónditos, podía llegar a sorprenderme con el hallazgo de alguna verdad irrefutable, una prueba de sangre, un indicio de infidelidad.

Miraba a mamá y me compadecía, su superpoder era la ignorancia pasiva y autoimpuesta. Miraba a papá y me compadecía, su superpoder era la omisión violenta y la mentira pudorosa. No quería ser así, rezaba para no ser así.

Entre las sombras fui espectadora, el misterio me sentaba bien. Lunes, mamá llora en la cocina. Martes, papá chatea con una mujer de rizos naranjos y le dice -espérame, te amo-, ella le contesta con un yo también. Miércoles, papá no regresa a casa. Jueves, mamá y papá gritan en el comedor. Viernes, papá empuja a mamá. Sábado, se dan un beso extraño en la oscuridad. Domingo, comemos completos con chucrut y escuchamos Mecano. Los días parecían excursiones y mi casa una pequeña escena del crimen. Yo era el inspector Gadget y me apasionaba mi papel.

Un sábado lluvioso le pedí a papá que se mudara lejos. Sugerí, serenamente, que alquilara un departamento y nos dejara, no deseaba su presencia. La mañana siguiente se marchó y prometió regresar por mí cada domingo. Lo vi subir al fiat 600 y alejarse lentamente. No sentí tristeza, él sonreía y yo sabía que todos estaríamos mejor pues ya no fingiríamos ser una familia. Pensé que tal vez, mamá y papá serían libres; ella de
vivir inmersa en una falsa realidad y él de crear una. Extrañé el olor al pollo asado que comíamos cada sábado, los discos de The Cure todas las noches, sus imitaciones a Miguel Bosé. Lo extrañé lejano, silencioso, reservado y arisco. Nos extrañé mirándonos, frente a frente, en el sillón amarillo. Papá ya no estaba aquí y cada día se alejaba más. Mamá ya no estaba aquí, habitaba otras dimensiones. Los días oscurecían temprano y todo en casa parecía silencioso, vacío y extraño.

Aún conservo mi superpoder, oculta entre la oscuridad y el silencio, me pregunto si existen las segundas oportunidades.