Directa al infinito

por María Muchut

¿Se acuerdan, inquietudes? ¿De todo lo que escribí en el cuaderno rojo? Hay cuestiones elementales que nadie entiende. Si digo conjuro es que esto es una receta.

Ahora estamos en el cuaderno azul. El relato de la luna y el fin del mundo: quisiera que un cuerpo celeste sea la causa de mi muerte. Aproximándose a una velocidad perceptible – menos que la luz – atraída y rota la gravedad – ahí yo – yaciendo en el pasto a metros del faro- los ojos al cielo ya ni siquiera estrellado.

Si yo fuera la luna, rompería todo lo que alguna vez prometí en el momento exacto de mi mayor felicidad – sobre ese estrato de desierto mi morfología se trituraría hasta ser un cascote en mi mejilla, tras lo cual – lo que sea que quede de mí- caería en forma de copos de nieve- nieve lunar-  también sería responsable de la última ola- ahí -entonces ahí, descubriría mi último pensamiento – el faro quedaría bajo agua y yo por fin conservaría por un segundo – tan imperceptible – esta imagen- para por fin olvidar – esta vez sí – para siempre – que alguna vez – Inquietud – gobernaste mi vida – excepto cuando la luna caía sobre mí.