sin título para las chicas

por Eva Mosso

Cuando vienen las sombras, pienso en un día en el mar, 
respiro ese aire y me veo desde afuera del cuerpo, 
como lo que describen las personas que dicen que se
murieron un poco. 
Sin túneles ni luces al final, 
solamente el brillo del sol contra el agua, 
yo cayéndome y el mar que me recibe,
una gran mano amiga, 
que me mece y me dice: «Va a estar todo bien».
Pero muchas veces, me olvido.
Esos días me vuelvo una mujer apenas ordinaria 
con sus pasiones apenas personales, 
apenas emocionalmente tolerable. 
Y busco distraerme en las mismas páginas de siempre, 
habituada a los rituales y los permisos. 
Ni el desorden tiene excepción esos días.
Tengo mi propio evangelio, 
mis propios mandamientos y mis dogmas. 
Si me obligaran a confesar, confesaría. 
Pero los secretos reales los guardo para mí 
y para mis hermanas y para mis amigas. 
Existe un mundo que comparto sólo con ellas
en el que no hay novios 
ni maridos 
ni padres 
ni hermanos 
ni amigos. 
Un mundo de las mujeres de mi vida.
Ellas son mi mar, mi sol
y mi playa donde volver.