por Robin Akashi
No puedo empezar a poner en palabras cómo sucedió; cómo un niño salió de mi cuerpo, cómo mi cuerpo se abrió como una flor y se volvió a cerrar; cómo no me rompí y por qué no hay evidencia de trauma.
Por un momento, fui sobrenatural; mi cuerpo, mágico y mi mente fue cortada; toda razón perdida por puro instinto de mamífero; el espíritu de una bestia habitaba mis músculos y los hechos anatómicos clavaron sus garras en una avalancha de preguntas inexplicables sobre la existencia.
Sentí que la tierra giraba; su fuerza centrífuga hizo que la luna tirara de mi mente, mientras mis pies giraban en el suelo y la imagen ante mis ojos se contraía, se deformaba y se derretía.
Invocando continuos últimos trozos de energía para gritar; para liberar el dolor, exhalar para expulsar la vida, gritar, escupir; un fuego ardiendo en mi interior, cada inhalación alimentaba mi deseo de arder y llevarme todo.
Conjurando las palabras para mi renacimiento, en esta página, con el lenguaje del nacimiento: en silencio, creando dentro.
La palabra, la página, el árbol y la semilla trabajan simultáneamente al servicio de la recreación de la vida y cuando la obra termina, nuestro corpus escrito es devorado por el fuego.
(traducción: Cecilia Pavón)