(vergüenza)

por Abril Ramos Xochiteotzin

Tengo una dinámica de la que no me enorgullezco y de la que estoy lejos de entender sus porqués: siempre que me invade monstruosa la vergüenza de mis secretos más oscuros, de los que no me enorgullezco tampoco, tengo que imaginarme una serie de escenarios fatales en los que me suceden cosas terribles pero de las que salgo viva por un milagro, y todos celebran mi salvación.
Es una especie de ritual de redención imaginario, así:

En el mar abierto, feroz, estar cerca del ahogamiento, luchando por salir a la superficie, y que alguien me rescate un segundo antes de que llegue mi muerte, y ya depositada en la arena o en la roca, al recobrar la conciencia respirar agitada, escupiendo el agua que tragué, invadida de pensamientos límite, cercanos a la muerte, pero salvada por un pelo.

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Que me secuestren los tipos malos, y yo combatiendo rabiosa por mi vida y mi libertad de alguna manera logro escapar antes de que me hagan lo peor, y recorro kilómetros y kilómetros corriendo, escapando, en un asfalto desconocido, con la ropa desgarrada, tal vez sin un zapato, o completamente descalza, y con marcas de los golpes que me hicieron los malos, seguramente voy cojeando un poco y seguramente hay mirones, también voy llorando y con una mirada alterada y urgente, hasta encontrar  una pequeña tienda de abarrotes, con una fachada vieja y pintura azul desgastada, que es manejada por gente del barrio que vive una vida relativamente tranquila, una pareja de adultos sin hijos  y que no reciben tantos clientes al día, pero que ganan lo suficiente para vivir, y que al entrar yo con mi última gota de energía ellos me socorren de inmediato, porque son bondadosos, y porque me perciben, y pueden reconocer que necesito ayuda, y me apoyan llamando a mi familia, cierran la tienda, y me dan ropa y agua, comida no quiero, y que al momento de la llegada veloz de mi familia –a pesar de la enorme distancia que nos separa- lo primero que hago después de agradecerle a la gente buena de la tienda, es sollozar turbada en el abrazo materno, sobre el suéter naranja de mi mamá, el mismo que llevó puesto el día que me acompañó a que me colocaran el diu, una semana después de que aborté en casa, el mismo suéter que me la pasé recordando durante la colocación del anticonceptivo de cobre, doloroso e intruso; y mi mamá también llora conmigo, y mi papá nos abraza y mi hermano también, y todos lloramos en coro, hipnotizados, apenas logrando respirar por el milagro de la vida.

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Que me caiga un objeto enorme y pesado en la cabeza. Que sea un piano, por ejemplo, o un objeto de la construcción, o un monolito, o en su defecto, todo un edificio. Que la caída sea de un lugar muy alto, un rascacielos, el más grande de la ciudad, el más grande del país, uno que haya sido apremiado por su enorme pero elegante altura en las revistas más importantes; y que yo iba pasando de la mano de mi pareja, platicando de alguna cosa, del lugar al que nos iremos a vivir cuando ganemos la lotería, pero separados, porque todavía no estamos listos para vivir juntos, cosa que me di cuenta en nuestro último viaje a Taxco, donde lo amé mucho, me sentí relajada, y comimos cosas deliciosas y nadamos en las cascadas, pero al terminar el viaje nos sentimos tranquilos, también, de volver a estar solos; y de lo que haremos con los demás millones que nos sobren, y preguntarnos si verdaderamente no sería una maldición capitalista ganarnos la lotería, si vale la pena seguir jugando, porque a veces hay decepción cuando no aparecen nuestros números, o de los números, si serán los correctos o no; y entonces del piso más alto del rascacielos cae este objeto en cuestión, y de todos los transeúntes que vamos pasando por ahí cae justo encima mí, cerca de destrozarme la vida para siempre, y mi pareja, que no me soltó la mano y todo el mundo, se preocupa por mí, hasta que logran sacarme de los escombros, y los doctores que llegaron en la ambulancia me aplican las cosas necesarias de la salvación, todos pensamos que ya estoy muerta, porque estoy repleta de sangre, y no abro los ojos, y se extiende un silencio, hasta que los abro, y mi vida fue salvada, y mi familia y la gente que amo y me importa y me ama y le importo festeja conmigo el milagro de mi vida, en un abrazo dilatado y muchas muchas lágrimas, mientras hay cámaras alrededor del incidente público, todos los canales de la televisión quieren cubrir el emotivo y milagroso evento, “mujer joven sobrevive sorprendentemente a un accidente mortal”, y sale en las noticias nacionales pero se extiende a las internacionales, y da la vuelta al universo, incluso pasadas unas horas se convierte en motivo de meme, algo así: en el video en el que se muestra mi caminata (video sacado de las múltiples cámaras de seguridad de la ciudad) hay unas grandes letras sobre mí que dicen “YO”, y que el objeto enorme y pesado que cae sobre mí tenga unas letras que digan algo como “LA ESCUELA o LA VIDA o TU AMOR” y que es gracioso porque parece que me destruye fulminantemente, pero que al salir con vida, las letras digan algo ocurrentísimo, que hagan que el meme sea gracioso y tenga sentido, pero yo no sé qué cosa le daría ese toque preciso e hilarante para que el meme complete su ciclo armonioso. Y ya.

Así, solo así, la vergüenza de mis secretos puede ser redimida, gracias al milagro de la vida.