por Catita Guebel
Al comenzar la puericia
fui abandonando mi actitud animal.
De niña era más perro
asustada por los estruendos
corría haciendo alaridos
ovillada en las esquinas me lamentaba
y los fuegos brillantes de color fantasía
resonaban en los muros de la casa.
La familia brindaba y recibía al año
prometedor, nuevo, fulgurante
yo,
la perro
lloraba hasta la sordera.
Continué siendo frágil,
pero con el tiempo
intercambié mi cuero afelpado
recobré lentamente la escucha
y percibí un murmullo que decía:
“Hacé del miedo algo grande”
Entonces destruí las sartas
junté sus virutas
para hacerme piedra
fuerte y brillante,