por Lucía Tebaldi
Provisiones.
Me compré un montón de shimys y los tuve que freezar porque se me ocurrió después de comprarlos que debía empezar una dieta para adelgazar. Fue una pena porque eran 6 potes de vainilla y 6 de chocolate con dulce de leche. Los de chocolate los regalé y los de vainilla que son mis preferidos decidí freezarlos. En los días subsiguientes fui comiéndolos congelados (como no son ricos de esta forma, un pote me podía durar dos días). Así logré bajar dos kilos en una semana. Sin embargo paso hambre. El mismo día que compré los shimys, me llegó con ellos el pedido entero del supermercado. Me trajeron más de siete bolsas de alrededor de 8 kilos cada una. Las recibí y firmé los papeles que me dieron. Cuando estaba subiendo las bolsas al ascensor noté que eran demasiadas. Salí a la vereda a buscar al repartidor pero ya se había ido. Ya con las bolsas en mi casa, confirmé que al menos 3 no eran parte de mi pedido. Adentro había de todo: 10 cajas de hamburguesas, 2 paquetes de papas fritas, jugo de manzana y como 4 salamines de buena marca. Debía ser todo para una familia numerosa, con niños. Pensé en quedarme con todo, freezarlo e ir comiéndolo de a poco en los meses siguientes. También en donar todo a la unidad básica de la esquina. Quitarle a Coto para darlo a un comedor y así sentirme bien de aportar algo. Planteé el tema en el chat familiar y mi prima que es abogada me dijo que tenía que avisar porque seguramente se lo cobrarían del sueldo al repartidor. Llamé entonces a una amiga para que me dijera lo contrario. Yo en el fondo lo que quería era quedarme toda la comida para evitar hacer más pedidos, sentía que era justicia porque me habían echado del trabajo. Mi amiga me dijo que si no reclamaba nadie, que podría quedármelo. O donarlo. O donar una parte y quedarme otra. Donar las hamburguesas, conservar las papas y el jugo. Ese era mi plan. Pero a las 12hs decidí escribir a Coto. Me dije: Si no me llaman mañana, lo dono. Lo dono, parte y parte me lo como. Antes de dormir, me encontré abriendo un salamín. Un salamín riquísimo, caro, que nunca hubiera comprado. Lo comí del paquete y con la cáscara. Fue un regalo, el salamín más rico que comí en mi vida. El resto lo puse en la heladera. Pero quedaban 3 bolsas en el living con lo no perecedero. Lo no perecedero es siempre lo más aburrido. Lo que me gusta es tener comida que jamás hubiera elegido. Comer lo que es de otra familia y punto. No pensar qué comprar, qué comer. Hace años que quiero ser vegetariana y no lo hago. Como carne y no me gusta. Pero no me hago vegetariana. Hay tanto que quiero hacer y no hago. Una vez vi una obra de teatro en la que Ana Katz decía: ¡Quiero ser boliviana! ¡Quiero despertarme temprano, no quiero ser esta chica que toma jugo de naranja, todo el día en mi casa! Yo igual, quiero ser boliviana, quisiera ir a colaborar en el comedor del barrio, pero no lo hago. Entonces pienso que donar esta comida que me llegó por error es una forma de hacer algo. Donar las lavandinas, y quedarme las hamburguesas. O la mitad de las hamburguesas y la mitad de las lavandinas, porque me vienen bien también. Al día siguiente Coto me contesta. Van a pasar a retirar a las 6 de la tarde. Como a las 6 no vienen, pienso que listo, que perdieron la oportunidad. Si vienen más tarde no les atiendo. Pero Llegan a las 9 de la noche y sí los atiendo. Bajo con las bolsas pero no con todas. Conservo las de los no perecederos. Abajo le pregunto al repartidor qué hubiera pasado si no las devolvía. Me dice el chico que se las descuentan al chofer. Le digo que espere y que ya vengo: creo que me quedó alguna bolsa más… voy a ver.
Subo y agarro las bolsas que me quedan porque no quiero que le cobren al chofer. Pero una de las bolsas se me rompe y se cae todo en la entrada de mi casa. Estoy cansada. La dejo ahí y bajo lo que puedo. Le pregunto qué qué pasa si algo me quedó arriba (no por culpa mía pero por culpa de mi novio que seguro mezcló cosas nuestras con cosas de esta familia) . El repartidor me dice que si son pocas cosas no hay problema, que las pueden justificar. Subo. En mi entrada hay latas de lentejas, papel higiénico, choclo. Me siento bien de haberme quedado algo. Aviso a mi familia que pasaron de Coto pero que me quedé unas cosas . Mi tío me hace sentir culpa de nuevo diciéndome: No se puede ser buena a medias. Mi tío siempre está predicando, le gustaría ser cura franciscano. Agarro y me sirvo jugo de manzana de esa familia a la que nunca le llegó el pedido. Está riquísimo, helado. Yo nunca hubiera comprado ese jugo de manzana.. ¡Es un regalo! Al día siguiente me levanto, las latas, los papeles higiénico, algunas lavandinas, todo sigue ahí en la entrada obstaculizándome el paso. Las cosas quedan ahí 4, 5 días. No las toco porque están sucias y eso. Cada vez que voy a la cocina tengo que saltarlas y no puedo abrir la puerta de mi casa para salir. Son molestas pero no puedo encarar levantarlas. Entonces para no abrir la puerta no salgo durante esa semana.
Un día finalmente sale el sol, agarro una bolsa de residuos, pongo todo adentro. La agarro de abajo, a upa para que no se desfonde. La cargo como un bebé en el ascensor. Cruzo la calle y sin decir nada, la dejo en el comedor. Me creo una heroína anónima. Vuelvo a casa, todavía queda jugo de manzana.