por Guillermina Romero
Alguien tiene que inventar la disminución de la distancia prescindiendo de las tecnologías mágicas. ¿Habrá alguien elucubrando una macumba para la teletransportación? Hay un idioma que nadie entiende. Existió y lo tradujimos infinitas veces para hacerlo inteligible. El oído es todo el cuerpo pero nadie sabe hablarlo. Si se produjera la intención correcta que nos conecta a lo que nos rodea, a lo mejor, alguna vez, podría ser. Habrá alguien pensando que hay formas distintas de inventar la teletransportación, pregunto. Quisiera tener una cifra aproximada de la cantidad de personas que en este momento quisieran estar juntas. Y no lo están.
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Denme amor, reclama L. como epígrafe de un autorretrato suyo. A él no le interesa que vayan a su casa a darle amor. Quiere que todo el amor esté concentrado en bits y corazones rojos, fueguitos, arcoíris, estrellas. Que lo eterno de lo análogo emocione a las personas, pero no le parece suficiente. Los emojis más lindos se reúnen y forman un gran huracán de sin-sentido que se termina devorando a mi amigo. Ayer emitió un comunicado: se distanciará momentáneamente del mundo. Eso significa que seguirá yendo a comprar comida y cigarrillos, pero que no veremos sus fotos ni su cara en la pantalla.
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Mnemósine amamanta a todas las diosas, Zeus padre no les pasa la manutención mientras son menores. Las musas llegaron a su ocaso y se supone un crimen artístico. Somos todxs artistas y no hay autoridad que diga lo contrario. Anoche hice una obra de arte, un calado en papel blanco, rosa y naranja. Es una flor, pero no me gusta explicarlo. También tiene un nombre escrito disimuladamente mientras me desconcentraba. No se encuentra en ningún museo del mundo y es irreproducible. Mi casa es mi museo.
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La inteligencia es un don inapreciable, pero la sensibilidad es irreproducible.Nadie sabe cuánto vale un gesto de amor. Nadie sabe cuánto vale un gesto plástico, un movimiento artístico, literalmente hablando. Todos los días festejamos la existencia de una gran red de conexiones autónomas, navegamos una atmósfera concentrada de datos. Los encuentros son posibles y más sincrónicos, mientras evaporamos la espontaneidad con sustancias haciendo del espacio -invisible- otro lugar donde no sentirme extraña, inventar un placer familiar con lo que hay. ¿Cuántas personas entran en un encuentro? y ¿cuántas personas entran en un verso? La diferencia no tiene sentido. Quiero hacer una expresión gigantesca, de dimensiones casi nacionales. Agarrar un sentimiento, lo que sea que genere la distancia, y expandirlo. Inventar un país donde el amor tenga su propio gobierno. Crear el sindicato universal de la amistad.