por Francisca Lysionek
Cacharros
Mi abuelo tenía un gran aparador
De madera oscura y grave
Que parecía barnizarse solo
Todas las noches
Y nunca perdía su lustre
Adentro, reluciendo tras el vidrio
Guardaba parte de la cristalería
El fino Baccarat facetado
Tazas diminutas para tomar té
Y platos de postre emparentados
Vestían sus dibujos de gorriones
Jazmines de leche floreciendo
En diminutos arbustos
Reliquias de su mamá
Que cruzaron el Atlántico cien años atrás
Cazuelas de porcelana de Delft
Con figuras azules
De pavos reales y frutas arrinconadas
Todavía en sus racimos
Un molino de viento en la finca
Todo se veía suculento
Los platos se apoyaban en atriles
Para desplegar el encanto de su disco
Cada gabinete exhibía su conjunto
O mezclaba familias
Con una sabiduría milenaria
En el centro se disponía el estuche
De cedro forrado en seda
Que guardaba las ciento treinta
Piezas de plata que hacían
A ese juego de cubiertos
Que según mi abuelo valía más
De lo que yo iba a ganar
En toda mi vida
Recorrer la inmensidad
De aquel mueble era
Viajar por el mundo
Pero jamás vi a ninguna
De esas maravillas
Liberada de su altar
Mi abuelo temía por la entereza
De los cacharros
La fragilidad de sus trazos
Pintados a mano
La factura centenaria
Las inscripciones menudas
De antiguos orfebres anónimos
Creía mi abuelo
Que era necesario arrancar
A las cosas de su función
Para que perduren en el tiempo
Volviendo inútil su existencia
Entonces bebíamos nuestro té
En porcelanas baratas
Emplatábamos el alimento
En superficies descartables
Y en lugar de diseñar
Experiencias sagradas
Que exaltaran el uso
De lo que había
Nos limitábamos a sumergirnos
En la ceremonia
De su contemplación
Mama Rose
Hace dos noches
soñé que tenía una hija
De piernas largas
Y ojos de cortesana
Más bella y
Más vibrante que yo
Ayer volví a soñar con ella
Su nombre es Oro
Antes de salir al escenario
Me metía dentro suyo
Como esos disfraces que usan
Las mascotas deportivas
De los equipos de fútbol americano
Se abrían las cortinas y yo
Adentro de su panza
Claro que así bailaba
Con fe en el movimiento
Mostraba esa piel sin escamas
Recibía las rosas y el aplauso
Sonriendo con confianza
Y los ojos muy abiertos
Fingiendo que la luz abrasadora
De los reflectores no me molestaba
¡Mama Rose!
Tengan piedad por Mama Rose
Ella no puede arrojar sin enrojecer
Su bombacha al nido de los tiburones
Es difícil quererla. Está llena de ira
Y no entiende nada
De la suavidad
Pero yo también conozco al igual que ella
Las salas vacías
El fracaso de la convocatoria
El público de las nadas
El espectáculo como capital acumulado
El aplauso del silencio
Y hacer el ridículo
Con el rincón de lo íntimo
Talismán mítico que se exhibe
Como se entrega una cola a la miseria