En la fiesta todos me preguntan si estoy bien

por Catalina Insúa

Me gusta la organización de salir a bailar. Me gusta ser la que consigue la droga, me gusta hablar con el chongo que me la vende. Me gusta también esa canción de Los Rusos Hijos de Puta que dice: quedamos en encontrarnos/en la esquina de la avenida/yo te llevaba la plata/vos me traías la porquería. Me gusta escucharla cuando voy a pegar. Que sea de noche, tomarme un taxi, contar la plata en el asiento de atrás, sentirme sucia. Una damisela en apuros.


Ay, cómo extraño. Creo que este texto no va a funcionar como un ente autónomo. La realidad es que yo, al mediodía, vi una consigna de escritura que me llegó por mail, y después -hace un rato-, fui a buscar un poema que me hizo acordar. La cuestión es que es un poema fantástico -y perfecto-, y lo que pasa, es que en vez de inspirarme no me hizo más que darme ganas de leérselo a todas las personas del mundo, y responderle al mail que me mandó la consigna: ¿no es re loco? que este poema cuadre tan bien para esta consigna, y que en mi cerebro se haya generado esa conexión. la de la consigna con un poema que leí en facebook el año pasado.


Después me gusta convertirme en un capullo. En la fiesta todos me preguntan si estoy bien, y me es Difícil poner en palabras que me estoy convirtiendo en un capullo. Me gusta que en mi cerebro, las Palabras se deslizan como si estuvieran bañadas en aceite, y que sacarlas hacia afuera signifique un esfuerzo que no estoy dispuesta hacer. Si ese esfuerzo fuese menor, les diría a todos:
–alguien se acuerda de ese juguete que usa un personaje en Mulán? como que le atrapa
los dedos.
Y Alguien diría:
—mm.. no sé.
Y yo diría:
–sí!! como una tela que es una trampa de dedos, y vos te la pones, por ejemplo, uniendo el dedo índice de la mano derecha, con el dedo índice de la mano izquierda y tus dedos quedan como atrapados, y no los podés separar.
Y ahí otra persona entraría a la charla y diría:
–siiiii!!!! el trampa dedos de Mulán!!!
Y yo diría:
–sí!!!!!!.


Y esa sería una típica conversación de fiesta. Y ahí, si pudiera seguir hablando, les diría a todos que a veces, cuando cruzo los brazos en el medio de la fiesta, siento que hay una trampa dedos pero que atrapa a mis manos con mis codos. De codo a codo, y alrededor de mis antebrazos va creciendo como una tela que la imagino parecida al juego ese de Mulán. Y si aún pudiera seguir, les diría que pensando en eso fue que me vino la idea del capullo. Como que pensaba algo así: si cuando cruzo los brazos, va creciendo una trampa como la de Mulán, quizás, si permanezco quieta, la trampa va creciendo hasta ocupar todo mi cuerpo, y transformarme en un capullo. Y la palabra trampa no debería leerse como algo negativo, sino más bien como un juego. Pero nada de eso pasa. Le digo a todos que estoy bien, y antes de volver a bailar, escribo en las notas de mi celular “me estoy convirtiendo en un capullo”. Ahora pienso, que quizás mis amigos me estaban leyendo la mente, y aún sabiendo que estaba bien, decidieron preguntármelo para interrumpirme e impedir mi conversión.