La otra cosa

por Bárbara Lago

Ella está en su casa, trabaja y medita.
Vos hacés lo que sea por no perder
el equilibrio. Está pasando el tiempo. Y no
no podés llorar, entonces no podés decir
ay qué alivio. El llanto se retoba o se atraganta
y vos no, vos no podés, vos no llorás.
Así y todo una mano se mueve y una boca
desaparece y el cigarrillo entre vos y tus papeles
puede ser la selva o puede ser una llanura.
A una chica se le prende fuego la casa entera,
cierta salamandra se atascó y una cosa diminuta
es capaz de incendiar toda voluntad tanto tiempo
al mobiliario, al perro.
Entonces, la chica está lejos
a un par de kilómetros, invadida por la falta
de sospecha o intuición, va y viene, llega otra cosa
le vamos a poner fatalidad,
al fuego al paraíso.

El viaje eterno dura 10 minutos.

La casa como la casa de un recuerdo de otra casa
en alguna ficción rusa y lejana
(¿era la casa de Tarkovski o ninguna era de Tarkovski?)
entre madera y pastizales verdes y rojos y el último crac
la chica después piensa en esa imagen que no sabe de dónde viene
el perro o lo que queda del perro
es un recuerdo o fragmentos que se pueden reunir
mucho tiempo después en otra provincia en otro tiempo
el perro vuelve a ser un perro
y la chica lo escucha ladrar y la pesadilla no era
sueño era vigilia a la noche una ruta en llamas la casa
entra en la boca de la salamandra, ese signo de idilio
podría ser el paraíso, al revés la tierra.
Sin sentir la cara el cuerpo acalambrado,
la chica sin pasado
hace poco puede pronunciar like a rolling stone sin llorar
y no mucho más.
Se arrodilla o se cae y mira la escena que tiene mucha
cosa poética, una vida incendiada entre niebla y agosto
qué lindo mes para perderlo todo.

Vos en tu casa y yo en la mía.
Escribo para no perder el equilibrio ni quemar mi casa
mi mano se mueve y el llanto
no viene nunca, estos días me los voy a acordar,
la chica sin casa o la chica salamandra es lo que viene.

Todo empieza a alejarse y parece que es bueno.
(Lo escuchaste en un sueño.)