por Juana Isola
casi todo es una sorpresa para mi, incluso lo predecible. oh, salió el sol
por la mañana! oh, qué caluroso es el verano, cuánta gente hay en la
playa, cómo sopla el viento en la orilla. es que no se puede confiar en el
orden aparente. siempre hubo caos, nunca hubo otra cosa. por eso no
estoy de acuerdo con mi madre cuando estamos atrapadas por horas en
una autopista colapsada y ella opina: “esto no puede ser! esto no es
natural”. claro que es natural, jamás conoceremos algo por fuera de lo
natural, sería imposible. hasta los hidrocarburos extraídos del epicentro
de la tierra y puestos en de nuestra gelatina son naturales, hasta los
caballos clonados para jugar al polo, hasta los rascacielos, hasta la
maldad, hasta la brea caliente que alguna vez cubrió el pasto verde de la
isla de manhattan
yo y mis zapatillas de polietileno estamos en mi hábitat natural que es
bien lejos del lugar donde nací: un cuarto piso por ascensor, justo en
frente a una iglesia carismática a donde los domingos se agrupan familias
africanas vestidas con trajes de colores, y justo arriba de un almacén
turco que vende baklavas jugosas cubiertas de miel.
siempre hubo caos, nunca hubo otra cosa en la naturaleza. los perros, los
patos, los monos, las avestruces, las liebres, las sardinas, los pingüinos,
los osos, las sanguijuelas, los conejos, las tortugas, las gaviotas, las
arañas, las serpientes, los gansos, las lagartijas, los sapos corriendo
desnudos y nosotros sonriendo en la foto grupal con el buzo de gap.