por Georgina Tofé
descubro a una de mis plantas,
la verde brillante de hojas redondas,
danzando, cree que no la miro,
baila, se mueve pausado
es casi imperceptible, pero la veo
se balancea como yo en los recitales
cuando siento la ansiedad subir
por los tobillos, enredarse entre arañitas,
celulitis y estrías, me hamaco
me balanceo de un lado al otro
en la oscilación como forma de rebelión
está probado por la neurociencia:
las amígdalas se tranquilizan
ante objetos redondeados,
los ángulos se asumen peligrosos
el instinto de supervivencia
busca formas suaves, curvas
mientras espío a la planta, recuerdo:
tengo que ir al trauma hoy
si la medicina no me extirpa lo pesado
a través de la poesía me sentiré ligera
voy a escribir hasta que mi imagen
la del espejo y la que vive en mi cabeza
sean una sola cosa etérea, fluida
solo así sabré quien soy
vuelvo la conciencia
la danzante ahora quieta
tan estática como la lengua de suegra que,
estoica a su lado, marca la dirección
es como si me dijera: es hacia arriba,
nena, se crece hacia arriba